jueves, 11 de agosto de 2016

Martín Rodríguez o la vida como teatro

Curiosa figura la de este personaje que luce una indumentaria a contracorriente de nuestro reverberante clima caroreño. Chaleco, palto, sombrero, bolso de cuero, bastón a la mano derecha y espesa barba, todo ello  que lo hace aparecer un habitante de lejanas latitudes. Pero no, no es así, pues vino a la vida gracias a una comadrona en El Pozo, hijo de un vendedor de  cocuy y chivos de nombre Eleuterio.
Andarín siempre, estudia en cuatro instituciones: Grupo Escolar Ramón Pompilio Oropeza en tiempos de Expedito Cortes, su director, luego, en un arranque de misticismo se interna en el Seminario Divina Pastora, donde conoce a Arnoldo, mi hermano, seguirá en el Instituto Diocesano, para finalizar su bachillerato en el Liceo Egidio  Montesinos de Carora.
Su encuentro con las tablas sucede en 1972 cuando en el Madre Emilia hace una suplencia a la profesora Digna Andueza en la asignatura de Castellano. Hace su  allí primera propuesta teatral
“El arte es todo”, repite a cada momento, quien se siente heredero espiritual de Chio Zubillaga, Simón Rodríguez  y Cesar Rengifo, unos clásicos, asienta mirando el techo de mi Oficina de Cronista de Carora. Luego lo acoge juan Martínez herrera en la Casa de la Cultura de Carora. Allí conoce al Maestro de la escena Albert José Suárez. Son los años en que pone en escena las polémicas obras KK subirá al cielo y Ali Baba y las cuarenta gallinas. Al ver aquello Juan Martinez les decía: los va a matar Carora. Me dice que cuando montaron Los hermanos, de Edilio Peña, que es una fuerte crítica al imperio español, abandona la sala un peninsular sumamente arrecho.
Mi gran creación, agrega, ha sido  Corpahuaico Teatro, que aún existe y que ha viajado al exterior en varias ocasiones. Allí practicamos un arte integral, pues es literatura, mimos, pantomimas, baile, oratoria, es decir todo aquello que se puede escenificar. Ellos mismos descubrieron a Stanivlasky, sin ayuda de nadie, basados en la sentencia de Samuel Robinson: Hazlo tú mismo, entre todos vamos construyendo.
En 1983 la política toca su magisterio estando en La Rinconada. Un supervisor adeco, Rodrigo Sisiruca, pregunta: ¿construir la escuela con los muchachos?. Fue un encontronazo entre la escuela tradicional y la escuela abierta, agrega Martín con un dejo de nostalgia. Le hicieron una amonestación escrita donde lo conminaron a adaptarse al programa. Es que los representantes me apoyaban, asienta. Ello quedo en evidencia cuando los copeyanos me botaron de la escuela de Matejey, allá en la carretera Lara Zulia. Debieron restituirme y pagarme los sueldos caídos, me dice con la cara iluminada.
Un año estuvo por los países socialistas enviado por las Cooperativas y no por las comunistas, me aclara. Visita Moscú y Leningrado, no sin antes darle un vistazo a Suecia. Habla ruso, pero ha perdido fluidez expresiva por el desuso.
En el país de los soviets se gradúa de TSU en Empresas Cooperativas y se enamora de una rusa que estudiaba Administración: Eliana Fedosova. He perdido contacto con ella y lo lamento a mis 63 años, dice apesadumbrado. Le digo que la ubique por faceboock y se declara incompetente para ubicarla en internet.
En aquellos años, agrega, ya se sentía un malestar en la Unión Soviética por la corrupción, me dice, la contraloría social no funcionaba cuando se trataba de negocios estatizados, los precios eran especulativos y lo peor es que todos callaban. Es un pueblo sufrido dice, aun se siente la invasión nazista de Alemania que le costo 20 millones de víctimas fatales. Se enoja cuando le digo que el llanto es un rasgo de la cultura eslava. No, no, eso no existe Luis, me dice molesto.
Regresa a Venezuela y trabaja en Mérida, Timotes y El Vigía como supervisor agropecuario de  las Cooperativas. Luego se incorpora al magisterio en 1983 y es cuando la propuesta de teatro lúdico en la escuela de Matejey le hace ganar una expulsión por comunista y por no tener acreditación académica. Los representantes toman la escuela pidiendo su regreso, mientras cumple presidio de 72 horas. Quien motiva la protesta fue Román Rodríguez, “a quien luego de 35 años le guardo gran cariño”. Todos los maestros del Distrito lo apoyan. Al año es reincorporado a su trabajo. Lo ponen a elegir el lugar, y para sorpresa de los supervisores dijo sin vacilar: Matejey.
Desde allí se hace muy fuerte el sindicalismo con Fenatev, de Roanld Golding, con lo cual este sindicato no nace en Barquisimeto sino en Carora, asienta.
Para finalizar me dice una cosa que me deja impresionado: no es educador graduado, pero lo es en Administración y en Abogacía, locutor por la UCV, Cooperativas en el Instituto Maskonki, de Moscú.
Le digo que un joven rumano Eugene Ionesco, fue apuñalado en una plaza de Paris Apresan al atacante, que al ser inquirido sobre su acción criminal responde que no lo sabe. Allí nace el teatro del absurdo, “No lo sabía”, me dice entre risas Martin para retirarse.

El juicio del mono (1925)

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