lunes, 2 de noviembre de 2015

Carmen Balcells

En 1965, un tal Gabriel García Márquez firmó con esta  ambiciosa agente literaria un contrato para que ella lo representara en todos los idiomas y a  ambos lados del atlántico durante 150 años. El Gabo había encontrado su Mamá Grande en la vida real. A finales de la década de los años 60 esta barcelonesa iba ya en camino de convertirse en una de las agentes de mayor peso no sólo de España sino de toda Europa. Barcelona, a pesar de Franco, se hallaba en el centro del apogeo editorial que vivió la ficción latinoamericana en esa magnifica y rutilante década. Detrás de todo ello estaba el renaciente nacionalismo catalán, aunque mudo por fuerza. La materia prima que alimentaba el auge editorial fue sin duda el estallido creativo de la novela latinoamericana, del cual el Gabo era la estrella que brillaba con más intensidad.

Estaba naciendo el Boon de la literatura latinoamericana, un periodo estético de extraordinaria fertilidad, que toma como sus ejes el mito de la identidad de América Latina, su formación histórica, los futuros posibles, sean buenos o malos. En 1963 apareció Rayuela de julio Cortázar, y en 1967 Cien años de soledad, la novela por excelencia de ese momento histórico. Era el Quijote de este lado del Atlántico.

Carmen, junto a Carlos Barral eran los dos contactos de más peso que había en Barcelona. Barral cometió un error descomunal al negarse a publicar Cien años de soledad. Ella era la mujer más importante en la vida del novelista colombiano tras su madre Luisa Santiaga Márquez Iguarán y Mercedes Barcha, su esposa. Cuenta que cuando empezó no sabía nada de nada. El esnobismo estaba a la orden del día y estaba llena de chicas guapas. En comparación ella se sentía como una campesina. “Aunque al final lo conseguí, claro. Mis primeros “clientes” fueron Mario Vargas Llosa y
Luis Goytisolo, pero fue el Gabo quien me sacó las castañas del fuego.”, reveló tiempo después. 
Daba fiestas memorables a los escritores. Dice José Donoso que “Carmen parecía tener en sus manos las cuerdas que hacían bailar a todos como marionetas, y nos contemplaba”. En una ocasión  el Gabo le preguntó: “¿Me quieres Carmen?” Ella contestó: “No puedo responderte a eso. Eres el 36.2 por ciento de nuestros ingresos.”
Estuvo en varias ocasiones en Caracas. En 1972 acompañó al Gabo a recibir el Premio Rómulo Gallegos. Para sorpresa del mundo, el galardonado donó los 100 mil bolívares al recientemente fundado partido disidente Movimiento Al Socialismo. Ella adquirió una enorme importancia en su vida. Se convirtió en su agente en muchos más sentidos de los que implica el mero hecho de negociar sus contratos con las editoriales. Lo ayudó, sin dudas, a llegar a ser el dueño de todo su poder.

Una de las fiestas de Carmen en Barcelona en 1974 se ha tomado como el fin del Boom en todo su esplendor europeo. Varios novelistas latinoamericanos estaban allí. Era una despedida a Vargas Llosa que regresaba a Perú, mientras que el Gabo hacía otro tanto. Cuando apareció la novela El otoño de patriarca hizo ella un viaje inesperado de Barcelona a La Habana con cinco ejemplares, los cuales su autor firmó y entregó a los líderes de la Revolución cubana.
Cuando la historia espiritual de América Latina se escriba, esta extraordinaria mujer aparecerá allí con letras doradas. Y ello lo digo como una suerte de desagravio a su memoria, pues el Diccionario Enciclopédico de las Letras de  América Latina olvidó colocar allí su augusto  nombre. Que no era nacida en estas tierras no es el problema. El problema radica en obviar a la mujer que tantísimo hizo por dar a conocer en el planeta a nuestros escritores latinoamericanos.

Carmen acaba de dejar la vida terrena hace pocos días, pero se le reconocerá como la persona que le dio dignidad al oficio de los escritores. Las letras y la cultura en habla castellana no son las mismas desde que apareciera ella para darle carta de ciudadanía universal a nuestra novela. Paz a su alma esclarecida.

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